Galicia sabe muy bien

En su Fisiología del gusto,el gastrónomo francés Brillat Savarin escribió: “Dime lo que comes y te diré qué eres”. El libro es de 1852 y la frase ha perdurado dándole la razón. Galicia es ideal para encontrarse a uno mismo comiendo y llenar el tiempo con profundas meditaciones gastronómicas.

Galicia no es normal, maximiza el uso de los recursos naturales y el placer, y es más lúdica que erudita. Va a su rollo. Y con ese mismo espíritu conviene lanzarse a la caza de descubrimientos.

De Ortigueira a Estaca de Bares

\"1363257106_691563_1363263117_sumario_normal\"De camino a Ortigueira y Espasante, vale la pena hacer un alto en As Pontes para comer en Casa Teresa. Puede que al probar los calamares en su tinta con arroz y alioli le entren ganas de llorar. Es un plato perfecto: el alioli está tan rebajado que recordará a su acompañante la frase de Marcel Boulestin: “No es en absoluto exagerado afirmar que la paz y la felicidad empiezan, geográficamente hablando, donde se emplea el ajo en la cocina”. Teresa se fogueó en varias cocinas hasta que abrió su propio restaurante culminando un sueño. Ganó premios con sus ya legendarias empanadas. Entre semana tiene un menú a 10 euros fuera de lo común que reproduce el abecedario de esta región palpitante y privilegiada. Encantaría a Tarquin Winot, chef creado por John Lanchester en la novela En deuda con el placer, que sostenía que el concepto menú “permanece junto al corazón del impulso humano hacia el orden y la belleza. Un menú encarna la antropología de una cultura, personifica la psicología del individuo”.

Ortigueira es conocida por el festival de música celta que cada verano convoca a miles de folkies. Es apropiado buscar la imponente playa de Morouzos, pasear en silencio y sentir que te acoge. Si le gusta observar aves en su mejor emplazamiento siga la indicación a la laguna de San Martiño; si es más de hacer una pausa, la terraza del restaurante A Cabana do Fos es la opción correcta.

Espasante es la cara y la cruz. Guarda una herencia natural impagable, playas como Mazorgán o Bimbieiro lo certifican, pero aunque representa el feísmo gallego a pequeña escala tiene un ramalazo como de retiro hippie y es divertido. Y no solo por el famoso bar La Escondida, un café-club de jazz que se alegrará de encontrar. La escultura del cerdo que usted verá en la plaza tiene su lógica: aquí existe la tradición de, cada año, alimentar a un marrano entre todos los habitantes del pueblo, para luego, el día 5 de enero, sortearlo. Galicia es así. El cerdo está libre, puede preguntar por él en la barra del Bar-Hotel Orilla Mar, lugar de vistas privilegiadas a la coqueta playa de San Antonio, donde una onda de felicidad se propaga. Desde ahí hasta Estaca de Bares la sucesión de playas es constante. Si usted ama los acantilados y las panorámicas capaces de mezclar dramatismo y sensualidad está de suerte porque aquí el paisaje lleva la belleza al extremo.

Desde Combarro

Hay muchas cosas ante las que arrodillarse en Galicia, pero uno de los más extraordinarios inventos de la tierra, concebido para la felicidad del hombre, es el furancho. Reivindica el disfrute popular. El furancho original era el garaje de las casas dedicadas al vino cuyo excedente se compartía con los vecinos mientras se sacaba algo de comer. El fenómeno se ha sofisticado y hay una página web estupenda: www.defuranchos.com. En Pontevedra es donde más hay. Muchos son clandestinos y cuesta llegar. Si prefiere la comida tradicional a la molecular, será feliz.

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Una ruta por estas rías baixas puede empezar en Combarro, antiguo pueblo de pescadores, muestra de religiosidad gallega y de construcciones originales. Destacan los hórreos, las rampas para bajar al mar y los cruceiros, simbólicas cruces que hacían más sagradas las encrucijadas. Conserva un casco viejo único, reconvertido en nido de turistas. Si prueba orujo en todas las tiendas que le ofrezcan solo podrá usar el coche para dormir.

\"pulpo\"En Sansenxo es tanta la masificación arquitectónica que podría deprimirse. Famoso lugar de veraneo, arquitectónicamente es un ejemplo de feísmo a lo grande. Aquí no existe la consideración urbanística ni nada que se le parezca. Un entorno natural así jamás se merecía este sacrificio.

Hay que seguir hasta Porto Novo, también acribillado. Si el hambre aprieta, apunte: Mesón Manolito (986 69 07 54). Cantinela, televisión, camareros campechanos y cocina con mujeres que saben lo que hacen. En tiempos de aceleración, aquí no hay prisas. Por 8,50 puede probar una exquisita caldeirada de raya. El sabor se impone al mismo tiempo que lo hace la certeza de que a nivel gastronómico Galicia es insuperable. Tenga en cuenta la tarta de orujo casera. Llena bastante, de emoción.

Si busca un lugar especial para un café y una copa, hará bien en avanzar hasta San Vicente do Mar y descubrir el mítico bar Náutico. Una vez en la terraza entenderá que sea un rincón idolatrado por tantos artistas. Antonio Vega era un habitual. Pasó temporadas y dio conciertos memorables. Para consultar la agenda del local: www.elnautico.org. Esta playa de La Barrosa es un acto de juicio y reconciliación con la vida. Por ella hay que sentir sí o sí preferencia. La panorámica posee una intensidad que habría que guardar para esos meses en que el viento envuelve todo.

Por A Coruña

La combinación de humanidad, ascetismo y calidad culinaria que caracteriza a Galicia también puede llevarle por A Coruña. Uno de los milagros del lugar es la puesta de sol de Caión y su puerto; ideal para entregarse a las raciones del restaurante Zarra, mejor pulpo con algas no encontrará. Admiración y encanto son simultáneos. Pida de todo, el clímax de la sensualidad está servido.

\"restaurante_estrella__2230_630x\"Por el camino que bordea la costa y lleva a Baldaio y a Malpica el paisaje diluye estereotipos y despliega su poder de atracción. Pura costa da morte. Y si después usted llega a A Coruña, no está cansado y tiene algo que celebrar puede ir a Alborada (www.restaurantesalborada.com) y probar su menú degustación. Aunque puede que quede con hambre, probará minúsculas raciones muy grandes. Atención al arroz de navajas.

Sí, se vaya por donde se vaya, Galicia es un festín gastronómico, y siempre se vuelve a la mesa, porque como también decía Savarin: “La mesa es el único lugar adonde uno nunca consigue aburrirse durante la primera hora”.

http://elviajero.elpais.com/elviajero/2013/03/14/actualidad/1363257106_691563.html

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